lunes, 2 de noviembre de 2015

El debate

Es extremadamente agradable comprobar como se puede hacer periodismo serio y, al mismo, tiempo cercano y sencillo de entender. Nada de engorrosos debates ni demagógicas demostraciones de patriotismo o proselitismo. Periodismo de calle, de investigación, de razonamiento. Periodismo de verdad como el que vemos cada noche de domingo en el programa "Salvados".

Uno de sus últimos éxitos se dio en el debate cara a cara entre Pablo Iglesias y Albert Rivera sentados, ambos, ante la barra de un bar. Aunque ambos cometieron sus pecados (inseguridad uno, ambigüedad el otro), está claro que les analizaron más por sus aciertos. Y el mayor de ellos fue el de presentarse como dos personas normales. En una época en la que estamos acostumbrados a políticos que viven dos metros por encima de la realidad, se agradece la presentación de dos caras nuevas que están dispuestos a mirarnos a la cara y contarnos lo que creen que necesitamos. No lo que les dicen que creen que necesitamos.

En un país sensato, el electorado se daría cuenta de la impostura y de la novedad. Ninguno de los dos programas, ni el de Podemos, ni el de Ciudadanos, me agrada en su mayoría, pero menos aún me agrada el tener que otorgarle el poder a los mismo burócratas podridos de siempre. Gente que se ha apropiado del sistema para desfalcarlo y, después, desprestigiarlo, dejándonos a todos desprotegidos. El problema es que este no es un país serio, o al menos las indicaciones no apuntan a que así sea. Que una encuesta sí y otra también den a PP y PSOE como partidos más votados es como si nos hubiésemos prestado, voluntariamente, a un estúpido ejercicio de sodomización.

Nos encontramos con un problema radicalizado de conciencia social. El problema no es lo que los ciudadanos votan, que también, el problema, y muy grave, es que hay muchísimos ciudadanos que no votan y eso debería cambiar, más que nada porque durante mucho tiempo hubo gente que luchó poniendo en juego hasta su vida para que alcanzásemos un estátus en el que todos pudiésemos participar ¿Por qué no lo hacemos? La desidia deriva de los vendedores del producto. No es que lo vendan mal, es que no lo quieren vender. Sabemos que un pequeño porcentaje de la población acude a votar en los comicios y de ese porcentaje, la gran mayoría son como borregos que solamente eligen a papá o a mamá. En el resto, queda plasmada la imagen de una política lejana y, por ende, ellos también se alejan. Para justificar su poco compromiso suelen justificar su inactividad con una frase que, por manida, se ha convertido en recurrente y, al mismo tiempo injusta; "Es que todos son iguales".

Pues no señores, igual no son todos iguales, y el otro día un estupendo programa de televisión nos mostró a dos tipos que, quizá, y creo que deberíamos arriesgarnos, merecen un voto de confianza. Si continuamos con la desidia, continuaremos con la misma gente saqueando nuestro país y cuando no quede nada y todo lo tengas ellos quizá nos preguntaremos qué no hicimos para evitarlo.

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