miércoles, 25 de noviembre de 2015

El odio

Los humanos, como seres racionales y emocionalmente alterables, son suceptibles a cualquier cambio moral. Por ello, hay algunos capaces de derrochar amor, otros de desprender alegría y los hay incluso que contagian de felicidad a quienes les rodean. Pero de igual forma que pueden relativizar los sentimientos positivos, también pueden canalizar los negativos, y es por ello que hay muchos otras personas capaces de concentrar grandes cantidades de envidia, rencor y odio.

El odio se aglutina en el pensamiento como un sentimiento de furia contra otra persona, generalmente porque nos perjudica o creemos que, a la larga, su presencia nos va a resultar dañina. Ni siquiera tiene que estar ligado obligatoriamente a la envidia, pues la envidia aparece como un sentimiento de deseo imposible que, al final, termina destruyéndonos a nosotros mismos.

El problema no es odiar, que también, el problema es no saber cómo canalizar el odio. Cuando hablamos de personas que se han criado en un ambiente de odio, podemos llegar a comprender, que no justificar, que, en edad adulta se conviertan en un potencial peligro contra la sociedad ante la que luchan. Otra cosa es que ciudadanos criados en el seno de una nación, se vuelvan contra esta porque algunos tipos les convenzan de que deben matar a sus vecinos en el nombre de alguien que no existe. Eso da más miedo. Odiadores enseñando a odiar y jugando con el odio. Demasiado maquiavélico para ser verdad. Demasiado triste comprobar que lo es.

No hay comentarios: