lunes, 25 de marzo de 2019

Escape Room

Durante las últimas fechas he descubierto el mundo de las Escape Rooms. Tampoco creáis que he estado en una docena y soy un experto, que va, solamente he estado en dos, las dos de la misma empresa y tras terminar ambas he sentido un mono terrible de volver a repetir.

La primera vez fue en diciembre, con los compañeros de trabajo. Le regalamos a Cristina una experiencia por su cumpleaños y nos invitó a hacernos partícipes de ella. Se trataba de escapar de una prisión tras una serie de pistas e indicios. No lo conseguimos por muy poco, pero más allá de sentirnos frustrados salimos con la sensación de que aquello era una experiencia muy chula. Queríamos repetir.

Por eso, cuando mi hermano le regaló la experiencia a mi cuñada para Reyes y nos preguntó si nos apuntábamos, no dudé en decir que sí. Pese a las reticencias de Sagrario, me lancé en picado porque sabía que a ella le iba a gustar mucho. Y así fue. Nos metimos en el papel, desactivamos la bomba y volvimos a salir todos con unas ganas inmensas de volver.

Porque al final, las cosas recurrentes, las que nos convierten en series rutinarios, nos terminan aburriendo, pero las novedades, todo eso que nos activa el cerebro de alguna manera, nos hace querer repetir. Porque estamos hecho de un material permeable a la sorpresa y de un carácter donde lo emocionante tiene un papel preponderante sobre lo previsible.

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