miércoles, 22 de enero de 2020

Sapos

La vida política es una decisión de eructos después de haber tragado sapos y culebras. Todos tienen su sapo en el estómago, todos tienen un lugar común en el que llorar por su orgullo e intentar quemar su hemeroteca, porque los pactos obligan y las obligaciones, la mayoría de las veces, terminan dando vergüenza.

Pedro Sánchez, en campaña, se empeñó en hacer ver al país que habría dos aros por los que no pasaría; la concesión de privilegios a Cataluña y la concesión de poderes a Podemos. No podría dormir tranquilo, dijo ante las cámaras, a modo de órdago pensando que aquella mano le daría más poder en las urnas y menos quebraderos en La Moncloa. Pero el pueblo fue soberano y castigó la soberbia con el voto del miedo por un lado y la abstención por otra. Por lo que el presidente se vio obligado a tragarse dos sapos. Había que negociar con Esquerra y había que conceder parcelas de poder a Podemos.

Pero dado que el orgullo es parte primordial del líder y el juego de medirse los miembros es parte primordial del hombre como ser de conciencia dominante, nada mejor que tragar un sapo jugando al contrasapo. Yo trago uno y tú tragas dos. De esta manera, le concedió un título de vicepresidente a Pablo Iglesias que terminó ninguneando dividiendo la vicepresidencia en cuatro partes; cuarto y mitad de pechuga, amigo, confórmate con eso. Y, por si le parecía poco, le ha puesto a una amiga de Villarejo, aquel secuaz de las cloacas que metió las narices en todos sus asuntos, al frente de la Fiscalía General del Estado. Y claro, una vez en el sillón, no queda otra que tragarte el sapo. Con decir que la Fiscal ya pidió perdón en su día, asunto arreglado. Y el sapo croando en el estómago con hambre de fiesta.

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