lunes, 1 de marzo de 2021

Abrir los ojos

Todos los sueños terminan con los ojos abiertos y una irreal sensación de angustia, duda o placer recorriendo tu cuerpo e incluso acariciando tu espina dorsal. Cuando es la felicidad y la sensación de gusto lo que invade el momento, no deseamos que el sueño termine, que el momento se acabe, que la palabra fin ponga punto y seguido a nuestras vidas, pero siempre que aparecen las borrascas mentales, el pesimismo y la depresión social, estamos deseando llegar al final del túnel para poder abrir los ojos y dejarnos cegar por ese rayo de luz que, de alguna manera, lo interpretamos como un conato de esperanza.

Esta pesadilla del coronavirus se ha llevado por delante un año de nuestras vidas. Con todo lo vivido, lo esperado e incluso lo inesperado, aún podemos dar suerte porque hemos salido adelante, aún con nuestros sustos, todos de pie y podemos seguir mirándonos a los ojos e incluso trazar un plan culminándolo con esa frase que nos ha partido en dos pero que sigue teniendo vigencia de promesa pendiente: "Cuando todo esto termine". Hemos quedado tan hartos de estar encerrados, de ser prudentes y de mirar hacia el frente esperando el milagro, que cuando hemos empezado a abrir los ojos hemos empezado a sentir que nacíamos de nuevo.

Con toda la prudencia del mundo, sin juntarnos con nadie y buscando lugares al aire libre, tras la vacunación de Sagrario hemos vuelto a respirar un poco de aire y hemos vuelto a darle un poco de emoción a nuestras vidas. Encorsetados como estábamos, estos dos últimos sábados de paseo por lugares de la sierra de Madrid nos han sabido más a regalo que a experiencia. Ver a los niños correr, a nosotros buscar el sol y volver a almorzar en familia sentados en cuatro piedras nos han hecho sentir que la vida es eso que ganas cuando crees que ya lo habías perdido. Que es ese momento, tras la pesadilla, en el que por fin puedes empezar a abrir los ojos.

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