martes, 21 de diciembre de 2010

Leyes y censuras

A los que escribimos un blog nos han obligado a temer la censura. Esta palabra, justo en el borde entre lo racional y lo irracional, ha vuelto a sacar sus tentáculos a la superficie para amenazarnos a todos por la vía de la propiedad intelectual ¿Nuestras palabras no son propiedad intelectual? Cuando escribo un texto, más allá de intentar compartir mis experiencias, ideas y tonterías, quiero, por encima de todo, que mis palabras no suenen a vacío ni a apología de la nada. Y todo ello lo hago sin ningún ánimo de lucro. Es posible que si mañana se me ocurriese acompañar mi párrafo con un fragmento de vídeo, esté vulnerando la propiedad intelectual y mi blog se vea castigado al cuarto oscuro. A partir de mañana, o cuando entre en vigor la ley Sinde, los que amamos la cultura desde casa y no tenemos el suficiente dinero como para generar una videoteca, ni la suficiente vergüenza como para generar un negocio, nos veremos huérfanos de contenido. Dicen que los artistas se mueren por nuestra culpa. Aún no he visto a ninguno pasando frío en las colas del paro. Y los que empiezan, sueñan con ver sus creaciones, aunque sea por internet. Entonces ¿A quién interesa esto? A quien ha sabido hacer un caldo con las sobras de los demás. Nos quedamos sin acceso a un puñado de sueños. La vergonzosa programación de la tele, la desvergüenza de los representantes de los autores y la censura de las leyes de un gobierno vendido al mejor postor nos obligarán a romper la hucha cuando querramos volver a ver Apocalypse Now y no tengamos donde encontrarla.

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