miércoles, 18 de marzo de 2015

Pelea en el barro

No defiendo en extremo a Podemos. Creo que tiene propuestas muy evaluables, otras, aunque poco factibles a corto plazo, son necesarias para un país que se pudre, y otras, más utópicas, deberían verse revisadas; una por ser demasiado fantasiosas y otras por sonar demasiado represoras. Pero más allá de rentas básicas, auditorías de la deuda y limitación de medios de comunicacion, el peor enemigo que encuentra es el runrún de los rumores. Nos hablan de Venezuela como si fuese el demonio y como si nuestros líderes más recientes no hubiesen tenido jamás relación alguna con dictaduras, sin tener en cuenta que Venezuela, oficialmente, no es ninguna dictadura y sin tener en cuenta que tanto Pablo Iglesias como sus adláteres, tendrán algo que decir sobre el asunto aunque muchos ya se hayan empeñado en dictar sentencia de culpabilidad.

No me gusta demasiado Ciudadanos. Lo veo en demasía como una marca blanca del PP como para tener confianza en tipos que pregonan un concepto de política muy alejado de mis ideales. No me gustan sus adeptos y, sin embargo, creo que su aparición es un soplo de aire a una política podrida por la costumbre y disociada por la falta de tacto con el ciudadano.

El ascenso popular de estos dos partidos ha puesto tan nervisosos a los dos de siempre que no han escatimado en medios para poner en marcha la maquinaria mediática. Durante meses tirando balones fuera en los casos de flagrante corrupción y depreciación del Estado de Bienestar y ahora poniendo en jaque a una formación política por un papel en una beca o por una declaración complementaria. Tienen tanto miedo que no dudan en tirarse al barro para pelear. Saldrán manchados de mierda y, seguramente, victoriosos. El fin justificará los medios y la democracia seguirá tan devaluada como los valores en este puñetero país.

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