jueves, 3 de octubre de 2019

Un tren en marcha

Lo difícil de tomar una decisión es valorar hasta qué punto la misma va a facilitar la vida a aquellos que te rodean. Es la consecuencia de no ser egoísta porque siempre se consensúa todo y, sobre todo, siempre se piensa todo más de una vez.

Las decisiones, cuando se presentan como trascendentales, conllevan una dosis de temor y otra de ilusión. Temor a perder lo poco que se ha conseguido a base de madrugones y desplantes e ilusión por todo aquello que está pendiente de llegar. Pero a la ilusión, en principio, le gana la incertidumbre. Porque la incertidumbre es un bicho venenoso que te pica en el alma y no genera el antídoto hasta que el tiempo pone las cosas en el lugar correspondiente.

Hay veces que la vida te pone a prueba y te presenta oportunidades que crees que no debes dejar escapar. A mí me presentó la oportunidad de un nuevo trabajo, un nuevo lugar y unos nuevos compañeros. Da miedo dejar atrás la zona de confort, pero hay que ser valiente para volver a encontrar un lugar donde depositar el día a día.

Diez años y medio después, vuelvo a ser el nuevo empleado de una empresa. Vuelvo a convertirme en el nuevo, a aprender un nuevo sistema, a conocer a nueva gente, a comerme nuevos atascos. Es un volver a empezar de libro, una manera de decirme a mí mismo que la vida no deja de tener nuevas estaciones y que hay veces que hay que bajar de un tren en marcha.

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