miércoles, 5 de febrero de 2020

El pin parental

Hay frases que, por no estar bien explicadas, entran dentro del contexto de la indignación. Cuando la ministra Celaá dijo aquello de que los hijos no pertenecen a los padres, la panda de puritanos y ofendidos (porque los hay en los dos bandos) salió a la palestra para defender su derecho de patria potestad sobre sus vástagos y su derecho a llevarles por el buen camino. Faltaría más.

Ningún ser humano pertenece a otro en el sentido material. Todos somos propiedad privada de nosotros mismos y hemos de ser consecuentes de nuestras decisiones. Nuestros padres no van a pagar penalmente por nuestros errores, ni van a cargar económicamente nuestras sanciones aunque moralmente lleven siempre la carga que les implica su deber emocional y educacional en cuanto a nuestro desarrollo vital.

Por eso, cuando en un ataque de dignidad, suplican, e incluso denuncian, la necesidad de elegir la educación de sus propios hijos, lo único que intentan hacer es confundir a la gente con ese recurso tan manido en política como es la demagogia. Ellos ya eligen la educación de sus hijos; ellos deciden, desde que tienen edad para escolarizar, a qué colegio privado o a qué colegio religioso llevan a sus vástagos. Ellos ya eligen, por medio de sus convicciones morales y católicas, cómo quieren que adoctrinen a sus hijos.

Lo único que quieren, lo único que buscan es emponzoñar la educación pública, desprestigiarla, acabar con ella, fomentar los conciertos donde la libre enseñanza quede capada por planes educativos a la carta y provocar un efecto de desánimo hacia aquellos padres que, en el futuro, quieran escolarizar a sus hijos en un centro educativo que, para los liberales será siempre un gasto innecesario en lugar de una inversión obligatoria.

Y mientras consiguen el objetivo de salir en la foto, de llevar al gobierno al barro, de enfrentar la opinión pública y de instalar la duda en la sociedad, van consiguiendo su objetivo de minar uno de los valores sobre los que se debe cimentar cualquier estado: la educación. Así que deberíamos ser consecuente con ello, analizar la situación y pedirles, por favor, que saquen sus sucias manos de la educación pública.

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