martes, 24 de marzo de 2020

Sin preparación

Nadie está preparado cuando las cosas pasan por vez primera. Se han cometido fallos, muchos, pero ninguno derivado de la inacción inicial porque a cualquier gobierno esto le hubiese desbordado como a anteriores gobiernos les desbordó el terrorismo, las catástrofes naturales o el hundimiento de un petrolero.

Porque nadie lo hubiese hecho mejor, eso está claro. Porque nadie hace un pedido ingente de material que no necesita, porque nadie habilita camas en un hospital si no las precisa, porque otros cerraron plantas enteras ya que, según ellos, eran un gasto innecesario. Se actuó mal en los días anteriores a la alarma sanitaria y ello obligó a hacerlo todo de forma precipitada. Y esa precipitación condujo al miedo, el miedo a la desesperación y la desesperación a la crítica fustigadora.

No se debió celebrar la manifestación del ocho de marzo, estoy de acuerdo. Pero igualmente no se debieron celebrar los partido de fútbol del fin de semana, ni los de baloncesto, ni otros mítines y concentraciones políticas y sociales. Ese fin de semana encendió una mecha muy importante que ahora, prendida hasta el final, nos está demostrando las dimensiones de la explosión.

Se actuó días tarde, quizá una semana tarde, seguramente el gobierno debería haber puesto sus barbas a remojar cuando vio las italianas afeitar, pero si hubiese actuado cuando ahora los enterados dicen que debería haberlo hecho, le hubiesen acusado de alarmista, de profeta del apocalipsis y de mensajero del miedo. No olviden que, hasta hace un mes esto no era más que una simple gripe.

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