miércoles, 14 de enero de 2009

Así limpiaba, así, así

Una de las principales cosas de las que aprendes a ser consciente cuando cambias el hogar paternal por la emancipación en pareja es que dejan de producirse milagros. Los calcetines dejan de aparecer debidamente doblados en el cajón como por arte de magia, los pantalones dejan de estar cada lunes debidamente planchados y doblados después de haberlos dejado sobre la primera silla del comedor y la pila deja de estar libre de cacharros tras las comidas.

A los que hemos tenido la suerte (y la inconsciencia) de criarnos con una madre de la segunda generación postguerra, no hemos terminado nunca de agradecer la comodidad por haber vivido como auténticos reyes durante los primeros treinta años de nuestra vida. Por ello, tras el momento en el que tomas la transcendente decisión de compartir gastos e ingresos con tu pareja y apartar parte del sueldo mensual en abonar un techo bajo el que convivir, nos cuesta bastante ser conscientes de que quien se sienta a nuestro lado para ver películas y compartir manta y sofá, no es la misma mujer que durante años te preparaba la cena sin preguntar y te hacía la cama cada mañana.

Como estoy casado con una mujer que trabaja durante el turno de noche, en tres años de convivencia mutua aún no me he visto en la obligación de hacer la cama por las mañanas, pues lo que yo dejo deshecho, mullido y caliente, ella lo toma con ansia y mucho, mucho sueño. Pero no tener la obligación de estirar sábanas y edredones, no me ha eximido de hincar la lomera y aprender a realizar eso que tantas veces vi hacer a mi madre y que llaman tareas del hogar.

El pasado domingo, roído por la mala conciencia y la necesidad de ver nuestra casita bien limpia, tomé los trapos y la aspiradora y compartí faena con Sagrario mientras de fondo, los altavoces del equipo de sonido retumbaban con el sonido de los goles del Carrusel Deportivo. No fue un gran domingo porque perdió el Atleti, pero fue uno de esos domingos tan nuevos para mí en los que, poco a poco, voy convirtiéndome en un auténtico amo de mi casa.

2 comentarios:

Sagra dijo...

Encima me dejas mal porque no te tengo preparados los pantalones limpios y planchaos para los lunes, ya te vale; la tarea que te falta de aprender es la plancha, de la próxima no te libras; aunque claro...si te da rabia ir a tirar la basura...jeje. El problema de que haya una generación así como la tuya está claro...las madres, todo hecho para sus niños y eso no puede ser. Sigue así nenín...pero más a menudo jajaja. Besotes

lili dijo...

Esto se llama vida normal para algunos/as desde hace MUUUUUUcho tiempo!!! ay las madres estas grandes trabajadoras a las que pocas veces le agradecemos el esfuerzo que hacen por nosotros los hijos, no nos damos cuenta!!!
Liate con la plancha, pero YA, Sagra a partir de ahora si quiere un pantalon planchadito ya sabe lo que tiene que hacer, asi se aprende mu ricamente