martes, 24 de abril de 2012

Niño rico, niño pobre

El niño rico dice "ay", su padre le monta en el mercedes, visitan la clínica privada, le hacen tres pruebas en una hora, a las dos horas tiene un diagnóstico, por la tarde entra en quirófano, por la noche duerme sedado, a la semana siguiente recibe el alta y en un mes está sano después de una rehabilitación intensiva.

El niño pobre dice "ay", su padre, a quien todos los meses le descuentan en nómina un seis coma cuatro por ciento de su sueld en favor de la Seguridad Social, llama a una ambulancia, después de media hora de espera le trasladan a unas urgencias saturadas, se muere de dolor mientras espera en una silla de plástico rodeado de gente enferma, a las cuatro horas le llaman para hacerle una radiografía, le remiten al médico de cabecera con quien consiguen una cita a última hora del día siguiente, este les remite al especialista con quien consiguen una cita a cuatro meses vista, le aplazan para unas pruebas que le harán en el transcurso de los dos meses siguientes, un mes después ya tiene un diagnóstico y cuando quiere entrar en quirófano, la enfermedad ha avanzado tanto que le producirá secuelas de por vida. Ni siquiera tendrá derecho a un fisioterapeuta de hospital puesto que el gobierno ya no subvenciona rehabilitaciones.

El niño rico dice "no sé" y su padre le matricula en el mejor colegio bilingüe de suiza. Con un millón al mes por delante, el chico tendrá derecho a tutorías personalizadas, exigencia académica de primer nivel y aprobados forzosos y forzados tras el debate interno de las posesiones de su padre. Una vez licenciado, tendrá acceso a la mejor universidad de Estados Unidos, donde su padre podrá costearle tres máster en dirección de empresas y, cuando regrese a casa con su Porsche nuevo y sus treinta años recién cumplidos, obtendrá un sillón en el Consejo de Administración de la empresa de papá sin que ninguna referencia pueda empañar su falta de experiencia profesional.

El niño pobre dice "no sé" y su padre se ve obligado a privarse de la cerveza de los domingos para pagarle una academia donde, con suerte, podrá aprobar la asignatura que más tenga atravesada. No podrá tener tutorías personalizadas puesto que el colegio en el que estudia ha despedido a ocho profesores interinos y el claustro se ha quedado sin maestros suficientes para atender a tantos alumnos. Ante la demanda del ministerio, el profesor de matemáticas se ve obligado a dar clase de música y el de lengua a dar clase de inglés. Cuando salga al mercado laboral, el pobre chaval solamente sabrá decir "hello" y lo hará por cortesía. No tuvo la oportunidad de aprender con un profesor nativo y competente. A pesar de haber sacado siempre una media de seis o siete, el estado no le concedió una beca universitaria al no haberse consagrado como alumno de élite, y eso que pasó más de la mitad de su vida machacando codos bajo la luz de un flexo mientras su hermano pequeño dormía en la cama de al lado. Al no poder costear el precio de las tasas universitarias, se tuvo que conformar con estudiar un módulo de administración. Ahora es un contable de perfil bajo que gana ochocientos euros al mes y no tiene oportunidad de progresar porque su experiencia es insuficiente para optar a cargos de mayor responsabilidad.

El niño rico dice "me aburro" y su papá le compra un coche nuevo y le regala, para su cumpleaños, un dúplex en la urbanización con piscina y pista de pádel. No te preocupes por la hipoteca, hijo, que papá corre con los gastos. Mientras acude a sus clases de élite en las que el dinero cuenta más que el conocimiento en los exámentes, el chaval se dedica a montar fiestas en el jardín y a invitar a su sala de audio y vídeo a sus mejores amigos para echar partidas a la consola o para ver los últimos estrenos en alta definición. Como no puede perder el tiempo en minucias, le deja todo el trabajo del hogar a su chacha interna de origen dominicano quien le recoge y limpia la casa y le lava y plancha la ropa para que pueda vestir elegante cada día cuando va a comer y a cenar a los mejores restaurantes de la ciudad.

El niño pobre dice "me aburro" y se tiene que conformar con seguir compartiendo un cuarto de ocho metros cuadrados con su hermano pequeño a pesar de haber cumplido ya treinta años. El gobierno canceló las ayudas al alquiler para jóvenes y sus sueños de independencia se agotaron el día en el que el casero le aumentó el precio del alquiler y se dio cuenta de que en los bolsillos no le quedaba más tela para rascar. Acudió al banco porque había visto un pequeño piso de treinta metros a precio desorbitado y tuvo que abandonar humillado el despacho del director porque le habían dicho muchas gracias y no queremos volver a verle. Su novia terminó por dejarle porque le suplicaba algunos momentos más de intimidad y ni siquiera tuvo la opción de llevarla de viaje porque las subidas del carburante le hacían imposible viajar más allá de los perímetros de la ciudad. Para colmo, con la subida del IRPF, ni siquiera podía guardarse esos últimos veinte euros de fin de mes para invitar a su chica a ver una película y comerse una hamburguesa.

El niño rico y el niño pobre se cruzaron en el paseo. Uno tenía una cita con la agencia de viajes y el otro tenía una cita con la entidad de crédito. En el bar de la esquina, en el televisor encendido del fondo, el gobierno hablaba de recortes en sanidad, en educación y en ayudas sociales. Y sin mirarse a los ojos los dos supieron a quién le estaban dando por culo y a quién le importaba un carajo lo que el gobierno hiciese con el dinero que recaudaba.

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