martes, 10 de febrero de 2015

La palabra

La palabra es el látigo de los incautos, el azote de los indocumentados, el valor de los progresistas, la caja del tesoro de los soñadores, la virtud de los escépticos, la indignación de los opresores, la función latente de los idealistas, la coartada de los mentirosos, la procesión por dentro de los que tienen conciencia, el aguijón encendido de los orgullosos.

La palabra es instigadora, apacible, cálida y reconfortante. La palabra es castigadora, dañina, fría y delirante. La palabra es cal, polvo, polvorín y explosión. La palabra es canción, verso, rima, constante. La palabra es cortante, acción, reacción y perdón. La palabra es un grito en el universo, el contexto de una misión, el corazón del pueblo.

La palabra, cuando no es meditada, la carga el diablo. La palabra, cuando sale desgarrada, trastorna la conciencia. La palabra, cuando es víctima del hartazgo, es un puñal para un corazón ajeno. La palabra, cuando duele, necesita el remedio en otra palabra. Hoy mi palabra ha sido diabólica, ha azotado mi conciencia y ha apuñalado el corazón de quien más quiero. Mi antídoto debe ser otra palabra: Perdón.

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