jueves, 26 de febrero de 2015

Pequeños detalles

Todo esfuerzo requiere un descanso y todo descanso comienza con una pausa, un respiro, un momento de
transición. En esos pequeños detalles volcamos parte de nuestra ilusión camino a la felicidad. Los pequeños detalles se agrupan en una sonrisa, una palabra, un gesto, un momento en definitiva. Los detalles tienen el poder de apagar el fuego interior o avivir la llama de la esperanza. Es por ello que cuando el gesto, el momento, llegan por parte de un ser querido, ese pequeño detalle se convierte en el motivo por el que seguir viviendo.

Pasar largas jornadas de trabajo en la oficina implica pérdida de tiempo con la familia a pesar de que se van estrechando lazos con otras personas a las que ves implicarse contigo, codo a codo, por un interés común. Pero por más que el interés laboral sea el que nos propicie una estabilidad económica, es el interés familiar el único que nos ablanda el alma y nos permite desenchufar la mente al tiempo que desenchufamos el ordenador obligándonos a querer regresar a casa cada día. Aquel que no sienta la necesidad de disfrutar su particular pequeño detalle junto a los suyos, en el hogar, corre el peligro de perder el único lugar común donde las palabras dejan de ser un látigo para convertirse en cariño, comprensión y consuelo; la familia.

Los pequeños detalles que me ayudan a vivir, los que me hacen respirar aire de sueños cada crepúsculo, se reducen a una palabra; "papi", a un beso en los labios de mi mujer, a un abrazo de buenas noches y a una caricia antes de dormir. La gente, que suele pedir la luna cuando de ambición se refiere, termina por conformarse con poco cuando lo que encuentra es el calor de un hogar. Los sueños de grandeza, las grandes ambiciones, no dejan de ser evocaciones de algo que quisiéramos ser. Los que sabemos conformarnos con los pequeños detalles somos pobres en apariencia, pero ricos en estabilidad.

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