viernes, 18 de enero de 2019

Regeneración

Regenerarse es un proceso complejo. La vida es tan ciclotímica que te devuelve lo que le das; ya sea positivo, ya sea negativo. Errar es de humanos, igual que lo es acertar y no saber valorar el acierto. Nos regimos por circunstancias y pedimos al mundo que nos entienda, el problema, generalmente, es que son muchas las ocasiones en que tan sólo nosotros podemos entendernos. Y algunas veces ni eso.

Es normal que nos acechen las dudas y es normal que lleguemos a replantearnos mil situaciones. El agua pasada no mueve molino, pero hay aguas futuras a las que tenemos tanto miedo que preferimos huir antes que afrontar el tsunami. Y aunque sepamos que, quizá, terminemos bañándonos en lagos placenteros y descubramos nuevas formas de disfrutar del agua, preferimos guardar el bañador y arroparnos porque le tememos al frío. Y al calor de nuestras decisiones discurrimos con nosotros mismos ¿He acertado, he fallado?

El acierto nos conduce a la satisfacción y el fallo nos conduce al lamento. El problema es cuando, al creer que hemos acertado, hemos alterado los acontecimientos de manera que nuestra decisión ha afectado negativamente a otras personas que te importan. Entonces volvemos al fallo. O volvemos a la indecisión, o a la decisión errónea que, a falta de acierto, también nos reconduce al error. Y entonces ¿Nos lamentamos? Puedes hacerlo y sumirte en un mar de lágrimas. Merecerse un castigo es la sentencia que nos da la vida por jugar con las decisiones, porque estas siempre afectan a un tercerlo. O puedes no lamentarte y, aunque seas consciente de tus errores, intentar regenerarte. Y toda regeneración requiere, claro está, de tiempo y ganas. Huir hacia adelante para no poder mirar atrás.

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