martes, 30 de junio de 2020

La timidez

La timidez es un defecto, es la barrera que me impide abrirme al mundo, es la pantalla que me aleja de la gente, es el motivo por el que piensan que soy raro, que soy estúpido, que soy un tipo sin definir. La timidez es el ocaso de mis pensamientos, el motor apagado que impide que mis pies sigan los pasos que ya ha caminado mi mente. Gracias a la timidez escribo, por culpa de la timidez no escribo para nadie o no sé para quién escribo.

La timidez me hace pagar peajes de sonrojo, tasas de desconsideración, impuestos derivados de mi falta de arrojo. Porque la timidez me puede hacer parecer cobarde cuando lo que realmente soy es un tipo al que le da vergüenza hablar con desconocidos, un tipo que no encuentra su lugar cuando está con gente que no conoce, un tipo que lo pasa realmente mal cuando no encuentra esa palabra que decir, ese gesto que regalar, ese paso que empezar a dar.

La timidez es el hierro afilado que me corta las entrañas, la cicuta amarga que me duerme la garganta, la guillotina que cercena mis intenciones cuando creo que puedo ser capaz de tomar la iniciativa. Nací con ello, con ello moriré, soy tímido, muy tímido, extremadamente tímido. Me mata por dentro, me come la tripa, que detiene el corazón. Pero, como decía mi abuela, cada uno somos de una manera. A mí me tocó ser así y ya me ha dado tiempo a aceptarme.

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