miércoles, 15 de febrero de 2012

Jubilación

A todo el mundo le llega el día de mirar hacia detrás y decir basta. La vida es larga, aunque se nos pase volando, y en su discurrir nos presenta mil opotunidades para elegir un camino. Hace años, sin embargo, hubo un tiempo en el que los caminos, como los del señor, eran inexcrutables; solamente había una opción: sobrevivir, y para conseguirlo, generalmente, debías ser valiente.

Mi padre se marchó a Madrid con dieciocho años recién cumplidos, sin ningún estudio y las manos encalladas de trabajar en el campo desde los siete años. Llevaba el petate cargado de ilusiones y vacío de contenidos. No había dinero, ni ropas, ni un futuro claro. Peleó por subsistir en trabajos mal remunerados que le aniquilaban la espalda y sin descanso volvía a levantarse para seguir buscando su lugar en el mundo.

Han pasado cuarenta y siete años desde aquello y ahora le ha llegado el momento de mirar hacia detrás y decir basta. Con sesenta y cinco recién cumplidos puede sentirse orgulloso de sí mismo. Aprendió un oficio, siguió dejándose la espalda en obras donde el frío y el calor no eran una opción si no un inconveniente obligatorio y crió tres hijos a los que pudo pagar una educación y enseñar unos valores.

Así ha sido la vida de millones de hombres que nacieron en la postguerra y hubieron de luchar contra el hambre, la miseria y la orfandad para salir hacia adelante. Su sonrisa de hoy es nuestro premio y nuestra admiración perpétua su recompensa. Disfrutar el último tramo es su merecido premio.

2 comentarios:

sagra dijo...

Celebramos ese evento por todo lo alto como se merece tu padre, por su trabajo, esfuerzo y dedicación. Feliz jubilación Pablo padre!!

AM dijo...

Y mi maestro