viernes, 15 de febrero de 2019

Día a día

La incertidumbre es un pozo sin fondo que rodea las peores expectativas. Es un grito sin eco que guarda el silencio en una caja de plomo. Es una razón poderosa para encontrarse con la inquietud, con la guerra interna, con la paja en cualquier ojo ajeno porque sabes que el tuyo está lleno de vigas que no conducirán a la meta. Dejarse llevar por la inquietud es dejarse llevar al precipicio del miedo y allí habitan los monstruos más espantosos: la duda, el pesimismo y el vacío existencial.

Por ello hay que tomar medicina metal que conduzca hacia el objetivo a corto plazo. Sin más largo plazo posible que sea el de sobrevivir, hay que encontrar parapeto en el presente alejándonos de los rumores y las promesas inciertas. Día a día, llegar, cumplir y marcharse, y en casa, con los tuyos, buscar siempre la sonrisa y encontar el aprendizaje. Y compartir, siempre que se pueda, el pan, la sal y la palabra. Porque los agoreros viven de nuestro infortunio y los aniquiladores viven de nuestra desesperanza.

Desde que murió nuestro jefe, el día a día se ha convertido en un mar de rumores, mentiras mal contadas y verdades a medias. En un ambiente tan extraño y perjudicado no queda otra que cumplir y esperar. Esperar a que la verdad, sea la que sea, se terminen imponiendo y a que la mentira deje de señalarnos el corazón. Porque la cabeza, más allá de para darnos mágicas ideas, está para manejar nuestras certidumbrres. Cuando existe un cable suelto, llega la imaginación negativa. Y una cosa es creer y otra conspirar. La creencia nos conduce a la razón, la conspiración, siempre, hacia la duda. Y la duda, siempre, hacia la desazón. Y no es bonito, ni sano, vivir con el corazón encogido.

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