jueves, 14 de febrero de 2019

Incendiarios

Hemos llegado a un punto en el que la solicitud de un diálogo ha provocado una catársis. El ansia del poder desmedido, la necesidad de sentar las bases del autoritarismo, provoca escenas tan vergonzosas como la manifestación del domingo. No critico que la gente se sienta española, faltaría más, yo no entro en cuestiones patrias sino que entro en cuestiones de sentido común y, sobre todo, en cuestiones de sentido práctico. Quien empieza con mentiras termina con las mismas porque a quien le falta vergüenza le falta, también, valor.

La premisa es fácil: difama que algo queda. Nos llaman enemigos de la patria a todos aquellos que preponderamos el diálogo por encima del autoritarismo y desplegaron un lema: el Gobierno se vende a los independentistas. Tres días después, esos mismos independistas a los que el Gobierno se había plegado, le han tumbado los presupuestos abocándole a unas elecciones sin paracaídas. Pero claro, lo de reconocer el error y pedir perdón queda para los valientes, los cobardes sólo saben buscar nuevos pretextos y mirar hacia otro lado.

Hemos llegado a tal punto de extremismo que ya no hacemos política con propuestas sino con miedo. Los que decían ser (estaba por ver) los presupuestos más sociales de la democracia, se han visto tumbados porque un grupo de parlamentarios han puesto por delante sus banderas (mismos colores, distintos números de franjas) a los ciudadanos. Porque tú, yo, y aquel les importamos un pimiento. Durante las últimas legislaturas, estos amigos de lo ajeno han pregonado la austeridad como remedio, pero no se crean las milongas, ellos quieren la caja llena porque, cuanto más haya para ellos, mejor resultado darán sus discursos incendiarios.

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