martes, 21 de mayo de 2019

Ambición

La ambición es un pecado difrazado de cualidad, es un abrazo a la soberbia que solamente encuentra acomodo cuando nos disfraza el poder, cuando nos come la envidia, cuando nos levanta la duda moral sobre el éxito ajeno. La ambición convierte en débiles a los fuertes porque, aunque crean que en su carrera hacia la gloria no importan los obstáculos, no hay mayor tropiezo que el que propone la memoria, porque más allá de la historia existe un rincón para los canallas y otro para los suicidas.

Las nuevas guerras se dirimen en el comercio antes que en las calles. A Trump no le ha gustado que China le haya ganado la carrera a su país por el control de la nueva tecnología 5G y ha decidido utilizar el mayor arma a su alcance. Google veta a Huawei y China se queda colgada por la paralización de su gigante tecnológico. Antes la astucia que las armas, debió pensar. El problema es que, quizá, si llega el momento, no tendrá reparos en utilizarlas.

Los hombres ambicionan poder y los súbditos, fieles consumidores de cada una de sus palabras, o bien rendimos pleitesía a sus caprichos o bien tenemos que conformarnos con apretar los dientes y ver los toros desde la barrera. El pastel será para unos pocos por lo que nunca entenderé porque han de pagar el pato quienes, como siempre, no tienen culpa de nada.

Así que nada, aquí quedaremos todos mirando como se pegan, como ellos ganan y como nosotros perdemos. No tengo un Huawei, pero tanto me da, podría haber sido otra compañía y podría haber sido otro país porque el afán colonialista del partido republicano ni tiene ni tendrá fin.

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