
Cumplir años es una excusa perfecta para volver a reencontrarse con la familia, por seguir manteniendo esa ilusión por los regalos, por sentirse como un niño soplando velas. Es cierto que cumplir años es una promesa interna de cambio y una aceptación, aún más interna, de que lo mejor va quedando atrás. Pero no tiene porque ser una puerta a la depresión, porque lo importante, siempre, es poder cumplirlos.
El otro día hice cuarenta y tres y la familia me llenó el armario de ropa nueva. Como soy fácil de contentar, me bastó verlos a todos juntos para sentirme, una vez más, un hombre dichoso. Soplé las velas con los niños y les insté a disfrutarlo todo a tope. Porque cuando llegue el último cumpleaños, todos ajustaremos cuentas con nosotros mismos y yo tengo aún alguna pendiente de saldar.
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