jueves, 30 de julio de 2020

Dolor de espalda

A medida que uno se hace mayor van apareciendo los achaques. Esto, que puede parecer una frase de
abuelo venido a menos, no es más que la constatación de que la vida no perdona a nadie y mucho menos a quien la miran de reojo.

Hace años que vienen atacándome algunos dolores de espalda. De duración algo esporádica y mediante tratamiento con fisioterapeuta, vinieron ocasionados, o al menos achacados, a la postura que he de mantener a diario durante más de ocho horas delante del ordenador. Espalda corvada, brazos estirados, manejo del ratón, pies cruzados... todo influye.

Pero lo que me está ocurriendo desde el pasado octubre hasta aquí es lo más parecido a un castigo. Todo empezó con un fuerte dolor a la altura de la clavícula que fue subiendo hacia el cuello. Entre noviembre y diciembre tuve ocho sesiones de fisioterapia que me aliviaron un poco el dolor pero no lo eliminaron. Así viví un par de meses tirando hasta que durante el confinamiento me dio otro chasquido. Pasado el mismo regresé al fisio y regresó algo de calma. Pero el dolor a la altura y por debajo del cuello se ha convertido en crónico y es algo con lo que estoy empezando a convivir.

Hay días y días. Unos en los que el dolor es más leve y llevadero y otros en los que me cuesta hasta girar el cuello. El fisio alivia pero no cura. El médico sólo manda pastillas. Aprender a asimilar el dolor y a convivir con él. Es la mentalización que estoy empezando a utilizar para darme cuenta de que me voy haciendo mayor y este es uno de los achaques que irán apareciendo.

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