lunes, 24 de septiembre de 2018

Campeón

Presumir es el ejercicio de los mediocres, de los que gastan saliva en nimiedades, de los que gustan del pavoneo en su pozo de crisis, de los que utilizan su vida para restregar una impostura. Es por ello que el refranero español les dedica una chanza y una verdad que ellos no quieren recibir como una apropiación de sus fantasmadas: "Dime de qué presumes y te diré de lo que careces".

Son muchas las ocasiones en las que me encuentro con gente capaz de ponderar su vida hasta un límite inalcanzable. Luego les miro y les escucho y llego a la conclusión de que su vida no es mejor que la mía, pero la única diferencia es que a mí no me gusta hablar.

Cómo soy de los que vierten sus desahogos con letras y sus presunciones con textos, baste este post para encumbrar a ese pequeño campeón que es mi hijo de ocho años. Una vez más, se ha apuntado a una gran caminata conmigo y, una vez más, me ha vuelto a dar una lección de voluntariedad. Doce kilómetros en poco más de dos horas y la abnegación de quien sabe que hace las cosas por placer.

¿Cuándo hacemos otra ruta? Me pregunta. Y yo sigo ideando mis propuestas sin caer en la tentación de la soberbia.

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