jueves, 27 de septiembre de 2018

Malas hierbas

Las malas hierbas, esas que crecen en los lugares más insospechados, son las que contaminan la simiente, la que invade el terreno, la que termina por marchitar la flor. La mala hierba es sibilina, intransigente y acaparadora. Se recomienda arrancarla de raíz, pagarla con veneno y, si es posible, evitar que vuelva a brotar.

Una persona tóxica es lo más parecido a una mala hierba en el entramado de las relaciones humanas. Contamina la conciencia ajena a base de chismes, invade el espacio privado a través de su curiosidad y, finalmente, termina por marchitar la mente de las personas firmes, agotadas ante tanta queja y tanta animadversión. Como además son suceptibles a cualquier comentario, su fijación se concentrará en hundir a una persona y, cuando al fin lo consiga, se hará la víctima porque ellos sólo viven para restar, nunca para sumar.

Vivo rodeado de personas tóxicas durante diez horas diarias. Me contaminan la mente, invaden mi espacio y marchitan mi paciencia. Y yo aguanto porque tengo cordura y, sobre todo, porque tengo educación, pero llegará el día en el que los mande a todos a tomar por culo. Y entonces serán la víctima, porque su suceptibilidad les impide ver más allá de sus propia rabia.

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