martes, 25 de septiembre de 2018

Haile Gebrselassie

Competir lo hacen todos. La élite es un lugar demasiado intrínseco como para tomárselo a broma. Una vez allí, no valen medias tintas, y en ese lugar donde sólo los elegidos son capaces de reconocer el sabor de la hiel y el olor de la victoria, es donde las mentes más privilegiadas terminan consiguiendo el laurel. Quien compite por placer, conoce el secreto de la voracidad. Cuando Paul Tergat dio lo máximo de sí e inició la recta final en primera posición, nadie era capaz de creer que el pequeño Gebrselassie, con una zancada inferior y el interior de la pista perdido, sería capaz de recomponer la situación. Pero la fe en uno mismo vale tanto como la propia preparación. La gesta de Haile Gebrselassie se convirtió en doctrina olímpica. El espíritu de superación, la actitud, siempre paralela a la aptitud. 


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