viernes, 21 de septiembre de 2018

Un hombre despiadado

La cara de los políticos se puede asemejar al mármol, dura, impoluta, invariable. Sus actitudes son lo más parecido a la chulería y lo más semejante a la displicencia. Sus palabras se visten de mentira y, cuando se las ven difíciles, de demagogia. Sus promesas no son tal y sus amenazas son sólo cortinas de humo y velos de incongruencia. Y lo peor de todo es que nos toman por tontos.

Compareció Aznar en el Congreso para negar la existencia de una Caja B en el Partido Popular y, de paso, dar lecciones de democracia a quienes le pedían explicaciones. Es la actitud de quien se cree inmune. No sólo niega una verdad sino que además se presenta como un salvapatrias. Él, el inductor del mayor saqueo a las arcas públicas en la historia de nuestra democracia, él, el mismo que, puerta giratoria mediante, se ha llenado los bolsillos con contratos vitalicios y puestos en Consejos de Administración.

Hay algo peor que un hombre despiadado, y es un hombre despiadado que disfruta siéndolo.

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