viernes, 14 de septiembre de 2018

Marionetas de la vicisitud

Estamos supeditados a un instante. Los planes, como consecuencia de nuestro interés, pueden llegar a trastocarse por un error, un motivo, un despiste. Las persona dependemos de los demás pero, sobre todo, dependemos de nosotros mismos para poder llegar a cumplir nuestra propia organinzación. Somos más marionetas de nosotros mismos que del propio destino, a no ser que este sea un juego de teatro en el que nos representan como marionetas de la vicisitud.

Esta mañana, como cada viernes, había quedado para desayunar con mis compañeros de trabajo. Todo iba programado bajo la capa de la normalidad. Salida a la hora, tráfico espeso y entrada a Pozuelo bajo las condiciones normales. No me quedaban más de tres minutos para llegar. Sólo dos rotondas. En una de ellas, la motocicleta que tenía delante no ha querido aprovechar el espacio para salir y yo, más pendiente del hueco que del motorista, he soltado el embrague para salir disparado. Me he comido la moto. Así, de esa manera. He tirado al motorista al suelo y la moto ha caído a plomo con él.

Preocupación máxima, lamento inmediato, susto incierto. Al final, gracias a nuestra vicisitud, estas marionetas fueron manejadas por el destino con benevolencia. Tanto el conductor como la moto estaban en buen estado. Daños leves, nada que no arregle el seguro y la salud del chico, para mí lo esencial, bien. Todo correcto.

No he podido desayunar con mis compañeros, pero al menos he podido contar una simple anécdota. Los planes dependen de nosotros mismos, un fallo en los reflejos y todo se va al traste. Lo importante es poder contarlo sin tener que lamentarlo.

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